4/30/2008

LATINOAMÉRICA: REGIÓN DEL PORVENIR


LATINOAMÉRICA: REGIÓN DEL PORVENIR



Por Carlos Alberto Cerda Gaitán*

El marco jurídico, de toda nación, es, esencialmente, la pauta que marca los límites del ejercicio del poder y el ejercicio pleno de ciudadanía. Idea fundamentada en el concepto de «estado de derecho» (lato sensu, Estado regido por la ley).
Philippe Braud, politólogo francés, ha planteado (vid. «Violencias Políticas», edit. Alianza, 2006) una pregunta que, en su respuesta, agrega otra pieza conceptual al análisis: «¿Podemos decir que la violencia de Estado comienza sólo con la salida del marco jurídico?».
¿Habrá un tipo de violencia de Estado autorizada por el marco jurídico?, Sí. Braud escribe: «Son los regímenes más represivos los que tienen el concepto más amplio de las violaciones jurídicamente autorizadas».
Esto nos lleva a clasificar el «marco jurídico» en dos modelos: marco jurídico «del estado de derecho» y marco jurídico «del régimen represivo». El primero, pondera el ejercicio del poder con el ejercicio de las libertades ciudadanas a través de leyes consensuadas democráticamente. El segundo, utiliza las leyes, no consensuadas democráticamente, para legalizar y legitimar prácticas incompatibles con las libertades ciudadanas.
La historia de Latinoamérica principalmente en el campo jurídico-político evidencia que: a. La violencia de Estado (en todas sus expresiones) ha sido una práctica que se repite con frecuencia a intervalos breves, y, b. El marco jurídico «del régimen represivo» y el marco jurídico aparentemente «del estado de derecho» son los límites (!) del poder que han prevalecido.
V. Gordon Childe, célebre arqueólogo australiano, expresó en su clásico estudio sobre la prehistoria que: «Los hombres aprendieron a actuar en compañía y cooperando unos con otros, en la adquisición de su subsistencia» (vid. «Los orígenes de la civilización», edit. Fondo de Cultura Económica, 1967).
Es una verdad de Perogrullo, pero a veces olvidada, que la cooperación «unos con otros» es un principio elemental que, hoy más que nunca, sobresale en la política internacional de las naciones que han conquistado mejores niveles de vida para sus ciudadanos.
En Latinoamérica se observa el principio opuesto: «unos contra otros». El conflicto ha sido el modus vivendi (medio y fin de algunos líderes), como señala Braud, el escritor citado anteriormente: «En los Estados del Tercer Mundo [hoy en día llamados también: «países en desarrollo»] los dirigentes elegidos a raíz de las guerras de independencia se han valido de este recurso para afianzar su nuevo poder. Un régimen nacido de una revolución cruenta o de una guerra civil pone todo su empeño en justificar la represión de sus oponentes invocando el temor a un retorno de la violencia».
Cuando se observa quiénes reciben las ventajas (reducido grupo en extrema opulencia) y quiénes reciben los perjuicios (mar de ciudadanos en extrema pobreza) de este principio inverso, se encuentran mayores argumentos para sostener la tesis de que los conflictos internos, además de no ser cándidos, han sido y son pretextos para ocultar proyectos políticos calculados (que incluyen el endurecimiento de los juicios políticos y el nacimiento de comunidades emocionales [definida por Max Weber como grupos que sienten una «alegría perversa» al contemplar el sufrimiento del «enemigo»]).
Albert Bandura pone en relieve que: «El recurso de la violencia no es necesariamente una reacción de individuos airados sino, mas bien, la consecuencia lógica del aprendizaje eficaz.» (citado por Braud).
En el Informe de Desarrollo Humano (2007/2008) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se observa naciones latinoamericanas (Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, México y Brasil) que son protagonistas de un desarrollo significativo gracias a la «institucionalización» correcta de la gestión de los conflictos (ya no «unos contra otros», sino «unos con otros»; han pasado de regímenes «fuertes» a gobiernos «regidos por la ley» [semejante a la experiencia, en este sentido, de Canadá, Australia, España y Portugal]).
Conflictos, siempre hay y habrán. Aprender a gestionarlos desde el marco jurídico «del estado de derecho» (sin duda, a base de ensayos y equivocaciones pero con voluntad inagotable), fue la primer tarea que acometieron los líderes y ciudadanos de las naciones citadas.
Aquí vale la pena recordar el pensamiento del filósofo Arthur Schopenhauer: «Comprender la regla es una cosa y aprender a aplicarla es otra. La primera se adquiere de una vez por la inteligencia; la segunda poco a poco por el ejercicio.» (vid. «Arte del buen vivir», edit. Edaf, 2006).
A manera de conclusión, encuentro idóneas las palabras de G. W. F. Hegel quien, en su examen de la historia universal, se refirió a Sudamérica (incluyendo a Centroamérica) así: «Sin duda es un país independiente y poderoso; pero está aún en trance de formar sus momentos elementales (…) por consiguiente, es el país del porvenir».
También sentenció: «Estos pueblos necesitan ahora olvidar el espíritu de los intereses hueros y orientarse en el espíritu de la razón y la libertad.» (vid. «Lecciones sobre la filosofía de la historia universal», edit. Tecnos, 2005).
Latinoamérica, es la región del porvenir, pero éste hay que construirlo, «unos con otros», hoy, mañana, todos los días, recordando los versos de Rubén Darío: «¡Oh tierras de sol y de armonía, aun guarda la Esperanza la caja de Pandora.».

Managua, 22 de abril de 2008


* El autor es abogado nicaragüense
ccerdag05@gmail.com